1800 Dios te esta esperando en oración.

¿Te ha pasado en alguna vez que te encuentras en algún lugar, en medio de algo y sientes ahí muy por dentro de tu ser una necesidad o vocecita o inquietud y que de una manera circunstancial de la vida se encuentra alguien a quien sientes que deberías compartirle el evangelio, y lo primero que hiciste fue dudar o simplemente prejuzgaste a esa persona(s)?

Entonces es muy posible que Dios quería que compartiera su palabra en ese momento y entender que de acuerdo a sus divinos planes Él había orquestado esta oportunidad para que tu transformara un comentario casual en una conversación espiritual.

En ese momento Dios te había asignado de forma providencial este asiento para que tu compartieras el evangelio.

Ese fue el momento justo donde tenías en tu poder la decisión de hacerlo o ignorar lo que Dios te estaba ordenando hacer.

¡Tal vez prejuzgar la receptividad que tendría(n) al evangelio y llegar a la conclusión de que no creería(n)!

¿Por qué arriesgarme a pasar un momento incómodo y ser rechazado?

¿Qué dirán las demás personas cuando miren que intento invadir su espacio personal?

¡es muy posible que ya haya(n) escuchado del evangelio y simplemente no quiera(n)!

¡A todos nos ha pasado! Pero es importante recordar que hay una diferencia entre planear un día de evangelismo donde salimos a buscar personas para compartirles y otra muy diferente cuando Dios personalmente está poniéndote en condiciones y circunstancias en donde Él quiere utilizarte para la gloria de su nombre.

Y también recordar que no podemos menospreciar el poder del mensaje cuando va directamente orquestado por Dio. Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree. Romanos 1:16.

Si has experimentado algo similar alguna vez tal vez ahora puedas reconocer un momento en el que el Espíritu Santo, sin duda alguna, te impulsa a compartir el evangelio.

Lo peor de todo es que en ese preciso momento tú permaneces mudo. Intentas justificar tu silencio con una gran variedad de excusas, incluso cuando sabes que no hay pretexto para no hacerlo.

Evangelizar es difícil porque lo primero que se interponen son nuestros miedos y prejuicios, pero ¿por qué? Si no hay salvación fuera de Jesús (Hechos 4:12), ¿por qué nos cuesta tanto proclamarlo? ¿Por qué será que evangelizar paraliza las cuerdas vocales incluso a las personalidades más carismáticas y sociales? Debemos considerar estas preguntas importantes si deseamos ser útiles en la obra de Dios para la propagación del evangelio.

Si recibes alguna pregunta difícil, reconoce humildemente que no tienes la respuesta y presenta lo que sí sabes

La primera iglesia o iglesia primitiva como algunos le nombran; no contaban con clases bíblicas, de hecho, todavía no se había constituido el libro que hoy le llamamos biblia. Por otro lado; comúnmente su conocimiento que los llevaba atener fe era solo lo que veían y lo que escuchaban y aprendían de otros de lo que Jesús había hecho.

Este testimonio era tan poderoso que les bastaba para tener la convicción de vivir para Cristo aceptar que Él era el hijo de Dios y aun morir en caso de ser perseguidos.

El día de hoy existe mucha gente indígena que se podría decir que no saben leer, pero también alcanzan un nivel de fe i convicción por lo que oyen de otros, y tal conocimiento les vasta para ellos compartir a otros lo que Dios ha hecho en sus vidas por medio de Cristo.

Hay también algunos factores reales que nos impiden compartir el evangelio

No evangelizamos por temor.

El temor es el obstáculo más común a la hora de compartir el evangelio. El temor se manifiesta de distintas maneras en el evangelismo, pero la mayoría de los creyentes ha experimentado alguna de las siguientes:

Temor por nuestra ignorancia:

A veces tememos que no conocemos suficiente teología como para compartir el evangelio o para responder a las preguntas que puedan surgir. Por un lado, este temor debe llevarte a estudiar más profundamente. ¡No seas perezoso! Dedícate a crecer en tu conocimiento bíblico. Satura tu corazón con el evangelio, «porque de la abundancia del corazón habla [la] boca» (Lucas 6:45).

Por otro lado, no permitas que tu orgullo obstaculice tu evangelismo. Al evangelizar te encontrarás con preguntas que no podrás responder, pero esto no te debe impedir hablar de quien Jesús es y lo que Jesús ha hecho.

Todo conocimiento es limitado. Si recibes alguna pregunta difícil, reconoce humildemente que no tienes la respuesta y presenta lo que sí sabes. ¡Recuerda que conoces las buenas nuevas de Jesús porque has sido salvo por ellas! Dios sí puede utilizar una presentación sencilla del evangelio, pero no utilizará tu silencio. Jesús sabia y entendía la necesidad de compartir el evangelio que en algunas veces hasta dejaba de alimentarse para hacer su trabajo (Juan 4:29-30, 39).

Temor al rechazo:

Evangelizar involucra declarar la condición perdida de los seres humanos, la provisión de Dios en Cristo y el mandato de Dios a arrepentirse y creer (Marcos 1:15). Tal vez la persona con la que estás hablando jamás había escuchado antes que está en rebelión contra Dios, bajo su ira divina y es totalmente incapaz de salvarse a sí mismo.

Las respuestas a este mensaje pueden ir desde la aceptación o la indiferencia hasta el rechazo. Algunas personas expresarán de manera visible su hostilidad hacia Dios al resistir el evangelio (Romanos 8:7). Debes recordar que el objeto de rechazo es Cristo, no tú (1 Tesalonicenses 4:8).

¡Somos responsables de compartir el evangelio y Dios es responsable de los resultados!

Debemos entender que el rechazo se siente personal y hiere. Por naturaleza anhelamos ser aceptados y eso nos hace evangelistas renuentes. Pero ser rechazados es parte de nuestra participación con Cristo en sus propósitos redentores (Lucas 6:22; Colosenses 1:24). El éxito del evangelismo no tiene nada que ver con la respuesta del destinatario. Somos responsables de compartir el evangelio y Dios es responsable de los resultados (1 Corintios 3:6-7). Podemos descansar en esta verdad.

Temor a la persecución:

La persecución es una preocupación legítima en varios contextos. Numerosos evangelistas son y han sido perseguidos regularmente. Pero la persecución no es una excusa válida para no predicar el evangelio. Luego del apedreamiento de Esteban, una gran persecución surgió en Jerusalén contra la iglesia temprana y se dispersaron todos los que estaban predicando (Hechos 8:4). Sin embargo, esto no detuvo su evangelismo, más bien, lo impulsó. La persecución no pudo contener su testimonio porque su encuentro con el evangelio había transformado sus vidas.

No evangelizamos porque dudamos del poder del evangelio.

Jamás admitiremos públicamente que dudamos del poder del evangelio, pero nuestra falta de acción lo comprueba. Muchas veces se nos va la boca en medio de la congregación y decimos frases como esta: «Porque no me avergüenzo del evangelio, pues es el poder de Dios para la salvación» (Romanos 1:16), pero también es de entender que, si no somos personas que compartimos el evangelio y que no tenemos testimonio público de hacerlo, es muy probable que tal aclamación nos lleve a la duda al pensar que los que nos escucharon no crean en nosotros.

Pero ¿por qué pensamos que nosotros creeríamos el evangelio y otros no? ¿Somos más inteligentes, menos pecaminosos o estamos menos separados de Dios que otras personas? ¡Claro que no! ¡Todos estamos igualmente perdidos! Toda conversión es un resultado del poder soberano del evangelio trayendo a pecadores de muerte a vida en Cristo (Efesios 2:1-7). Por lo tanto, arrepintámonos de nuestra duda y confiemos en el poder de Dios para utilizar nuestro testimonio para regenerar a sus hijos.

No evangelizamos porque confundimos el fruto del evangelio con el evangelismo.

Los frutos del evangelio deben estar presente en cada aspecto de la vida cristiana. Debemos vivir «de una manera digna del evangelio de Cristo» (Filipenses 1:27). Debemos hacer buenas obras de manera que otros glorifiquen a Dios (Mateo 5:16; 1 Pedro 2:12).

Amar a nuestro prójimo, erradicar la pobreza o dando alimentos a los que lo necesitan, son cosas buenas que los cristianos deben hacer. Pero esto no es evangelismo. Hay una frase popular que dice: «Predica el evangelio siempre, y si es necesario, utiliza palabras».

Permíteme ser muy claro: en el evangelismo siempre es necesario utilizar palabras (Romanos 10:17). Por definición, no hay evangelismo sin el uso de palabras. Explicar lo que nos motiva a amar es lo que nos distingue de otros servicios humanitarios. Numerosas organizaciones seculares laboran para erradicar los sufrimientos terrenales, pero solo el mensaje del evangelio tiene el poder para erradicar el sufrimiento eterno.

No evangelizamos porque nos falta disciplina.

Por mucho tiempo nos han inculcado la idea errónea de que el evangelismo es solo un don espiritual. Pero el evangelismo también es una disciplina espiritual, no solo un don. La responsabilidad de evangelizar no está reservada para unos pocos, sino que es la esencia de la identidad de cada creyente en Cristo (Marcos 16:15).

Todos tenemos la obligación de evangelizar, porque Cristo nos ha hecho sus testigos (Hechos 1:8). Tener un don no es esencial para evangelizar, ser obediente sí lo es.

Por lo tanto, disciplínate a compartir «de día en día las buenas nuevas de su salvación» (Salmos 96:2). Examina tu horario diario. ¿Apartas tiempo intencionalmente para evangelizar? Si no es así, tus prioridades están lejos del corazón de Dios.

No evangelizamos porque subestimamos al enemigo.

En las estadísticas se estima que más del 95% de los cristianos nunca evangeliza. Si pensamos en la gloria del evangelio, esta cifra es impactante. El hecho de que solo cinco de cada cien cristianos compartan la noticia más grandiosa de la historia solo puede explicarse de la siguiente manera: el evangelio es verdad y hay un enemigo supernatural dedicado al fracaso de la iglesia (Efesios 4:12).

Satanás sabe que el evangelio es verdad, tiembla ante su poder y orquesta guerras magistralmente para detener su avance (Santiago 2:19). Solo la oración puede traer victoria sobre este problema (Efesios 6:18). Ora para que Dios te permita hablar su palabra con gran osadía (Hechos 4:29).

Quiero invitarte a una observación

¿has notado que en los últimos años han surgido un sin número de congregaciones por donde quiera? Hay congregaciones muy grandes que surgen de un día para otro y no predican un evangelio verdadero, las pequeñas se tardan años en crecer y siempre se mantienen con los mismos miembros, unos vienen otros van, pero nunca crecen de número. Por otro lado, hace años cuando escuchabas sus mensajes fácilmente podías reconocer a que grupo o fe pertenecían, ¡el día de hoy hay muchas congregaciones que por conocimiento propio no saben cuál es su fe ni a que movimiento eclesiástico pertenecen y mucho menos cuál es su doctrina! Y todo debido al nivel de ignominia que hay dentro de la iglesia. Y lo mas trágico; vivimos en guerra en las redes sociales unos con otros por las diferentes maneras de pensar mientras hay personas que están muriendo cada día y se están yendo al infierno por que la iglesia no ha hecho su trabajo de compartir el evangelio. Esto nos da testimonio que el enemigo si está trabajando.

¡Gózate en compartir las buenas nuevas!

El evangelismo es una actividad que satisface nuestra alma. Nuestro gozo en Dios aumenta cuando Él nos utiliza para traer a alguien al arrepentimiento y la fe en Cristo (Lucas 15:9-10). Jesús es digno de cualquier inconveniencia, rechazo o persecución que podamos experimentar.

La próxima vez que percibas que Dios te está persuadiendo a compartir el evangelio, considera primero lo digno que es Él. Después, reflexiona en la desesperanza de aquellas criaturas creadas a imagen de Dios que no están en Cristo.

Que tu amor por Jesús y tu amor por otros estimule y sostenga tu evangelismo.