1800 Dios te esta esperando en oración.

Hermanos, ciertamente el anhelo de mi corazón, y mi oración a Dios por Israel, es para salvación.

Romanos 10:1

ASPECTOS HISTÓRICOS

El pueblo escogido de Dios

¡Cuánto debe el mundo a los judíos! Las leyes de muchos países se basan en los diez mandamientos que Dios dio a Moisés. ¿Y a quiénes debemos la Palabra de Dios que leemos cada día para nuestra dirección, alimentación espiritual y comunión con el Señor? A los judíos. Los que escribieron el Antiguo Testamento y todo el Nuevo (con la posible excepción de Lucas) eran judíos. Y de los judíos recibimos al Salvador. Cuando el Hijo de Dios se hizo hombre, vino al mundo como judío, del linaje real de David.

Desde los tiempos de Abraham, Isaac y Jacob, los judíos han sido el pueblo escogido de Dios. A pesar de sus caídas nacionales, siempre un núcleo permanecía fiel al pacto con el Dios verdadero. A través de los siglos recibieron, conservaron por escrito y le dieron al mundo la revelación de Dios y de su voluntad para la humanidad.

Esparcidos por todo el mundo en el cautiverio y por el comercio, abandonaron la idolatría que había ocasionado su caída y diseminaron entre las naciones el concepto de un Dios soberano. Hablaron también de un Salvador prometido a su nación. Sería el Mesías (que significa “ungido de Dios”, traducido “Cristo” en el Nuevo Testamento), un Libertador que restauraría a Israel a su gloria anterior y lo pondría por cabeza de las naciones.1

Dios los devolvió a su tierra. El Mesías prometido vino, pero la nación no lo conoció. Lo crucificaron, creyendo que era un impostor. Sin embargo, unos cuantos judíos se encontraron con el Cristo Resucitado y dedicaron su vida a contarles a los demás las buenas nuevas de salvación por la fe en Él. Fueron perseguidos y martirizados, pero antes de su muerte llevaron el evangelio a todas partes del mundo conocido de aquel entonces, y millares de judíos y gentiles (no judíos) aceptaron a Cristo. Debido a su espíritu misionero, los gentiles podemos brindarles la felicidad eterna con su Mesías, el Hijo de Dios.

La nación fue deshecha por los romanos y sufrió diecinueve siglos de destierro después de rechazar al Mesías, pero hemos visto su regreso y la formación de nuevo de la nación de Israel.

Situación espiritual

Millones de judíos hoy leen el Antiguo Testamento y oran por la venida del Mesías prometido. Muchos ya lo conocen, oran por la salvación de su pueblo y esperan el retorno del Salvador de Israel. Y otros ni creen en Dios. Los judíos de hoy se dividen en cuatro grupos principales respecto a la religión:

1. El judío racionalista ha abandonado la fe de sus padres. En este grupo hay muchos agnósticos y ateos.

2. El judío reformado o liberal se ha apartado del cumplimiento estricto de su religión. Es el representante moderno de los saduceos de la época de Cristo. Cree en Dios, pero en un Dios lejano.

3. El judío ortodoxo cree en el Antiguo Testamento, en la resurrección de los muertos, el cielo, el infierno y el juicio final. Espera la venida del Mesías. Usa el Talmud (que contiene las leyes civiles y religiosas, y comentarios sobre el Antiguo Testamento) más que el mismo Testamento. No acepta el Nuevo Testamento, y cree que Jesús era un impostor.

4. El judío convertido a Jesucristo puede sufrir persecución de parte de su pueblo, sobre todo de los ortodoxos. Sin embargo, Dios está usando a esos judíos a fin de ganar a los suyos para Cristo.

DOCTRINA

Compararemos las doctrinas de los judíos ortodoxos con las creencias evangélicas basadas en la Biblia.

Dios

ð Los judíos sólo creen en la deidad de Dios el Padre. Dicen que los cristianos somos politeístas (adoradores de varios dioses), por nuestra doctrina de la Trinidad. Citan textos que afirman que Dios es uno (Deuteronomio 6:4; Éxodo 20:3; Isaías 44:6 y otros).

No podemos comprender todo el misterio de la unidad y diversidad existente en la Trinidad, pero lo creemos porque la Biblia lo enseña. Lo vislumbramos en el Antiguo Testamento y se muestra claramente en el Nuevo. No presenta a las tres personas como tres dioses. El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo están perfectamente unidos en esencia, carácter, propósito, poder, interacción y trato con la humanidad; tan unidos que se presentan como uno. Juan llamaba a Jesucristo el Verbo (la expresión de Dios en términos que podemos comprender) y escribió: “Porque tres son los que dan testimonio en el cielo: el Padre, el Verbo y el Espíritu Santo; y estos tres son uno” (1 Juan 5:7).

San Patricio empleó el trébol para ilustrar esta verdad. Como las tres hojitas unidas en un solo tallo forman un solo trébol, así las tres personas, distintas entre sí, forman el Dios único.

Ese misterio de las tres personas en uno se aclara a la luz de Juan 17:21, 22. Jesús ora por sus discípulos: “Que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros … así como nosotros somos uno.” No pedía que todos los discípulos llegaran a ser una sola persona. Oraba por la perfecta armonía y unidad de espíritu entre ellos, unidad en fe, amor, propósito y acción, así como Él y el Padre son uno.

Más tarde veremos otros textos sobre la Trinidad en el Nuevo Testamento, pero en el trato con los judíos, veamos lo que dice al respecto el Antiguo Testamento.

Pluralidad en la creación. Desde Génesis 1 se halla evidencia de la pluralidad y unidad en la Deidad. Dios emplea pronombres plurales al revelar cómo creó el mundo. “Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza … Y creó Dios al hombre a su imagen” (Génesis 1:26, 27). ¿A quién se dirigía Dios al decir “hagamos”? La expresión “nuestra imagen y semejanza” indica una pluralidad en la Deidad.

En Juan 1:1–3 leemos que el Verbo creó el mundo. Génesis 1 y 2 nos hace ver que lo hizo en cooperación con los otros miembros de la Trinidad: “El Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas” (1:2), y Dios daba las órdenes para todo lo que se hiciera. Luego todo el capítulo dos emplea otro nombre, Jehová Dios, para el Creador. ¿Se refieren estos tres nombres (el Espíritu de Dios, Dios y Jehová Dios) a la Trinidad?

Pluralidad vista en otras ocasiones. Leemos las palabras de Jehová en Génesis 11:7: “Ahora, pues, descendamos, y confundamos allí su lengua.” Isaías 6:8 dice: “Oí la voz del Señor, que decía: ¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros?” Isaías 54:5 dice: “Tu Hacedor es tu marido.” En el hebreo original las palabras por “hacedor” y “marido” ambas están en plural. La traducción literal sería: “Tus Hacedores son tus maridos.”

Pluralidad en los nombres de Dios. Citamos a continuación tres párrafos de Myer Pearlman, judío convertido y profesor de teología, en su libro Curso para el evangelismo personal.1

Puesto que en Mateo 28:19 se habla de un nombre que pertenece al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, es bueno que estudiemos los nombres de Dios para ver si hay algún nombre que incluya las tres personas de la Deidad. ¡Hay tres nombres así! Son Elohim, Adonai y El Sadai.

En Génesis 1:1 el nombre en el original es Elohim, nombre que se emplea en la Biblia alrededor de dos mil quinientas veces. Esto nos indica que en realidad el Trino Dios hizo la creación, de acuerdo con lo que ya aprendimos en el Nuevo Testamento, y soluciona el misterio que hay en la frase “Hagamos al hombre a nuestra imagen”.

En Génesis 15:2 el nombre es Adonai, que se emplea doscientas noventa veces, mientras que en Génesis 17:1 es El Sadai, nombre que se emplea cuarenta y ocho veces. Es evidente que Dios lo estableció con mucha claridad, aun por sus nombres en el Antiguo Testamento, que mientras “Jehová nuestro Dios, Jehová uno es”, sin embargo, en alguna forma misteriosa en ese ser hay pluralidad.

El Antiguo Testamento habla del Hijo de Dios. Proverbios 30:4 y Daniel 3:25 implican que Dios tiene un Hijo. El Salmo 2 habla de Él. Dios habla de Él y de su reino eterno en 2 Samuel 7:10–16; 1 Crónicas 17:13, 14. En Isaías 7:14 vemos que un niño nacería de una virgen y se llamaría Emanuel, que significa “Dios con nosotros”. Sería llamado Admirable, Consejero, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de paz (Isaías 9:6). Dios encarnado en Jesucristo sería esto para la humanidad. Véase Mateo 1:18–25.

Creencia antigua en la Trinidad. La antigua literatura judía da testimonio respecto a la trinidad de la Deidad. Eso incluye el Talmud. Hasta la letra shin, la letra inicial del nombre Sadai, se empleaba para representar la forma de la existencia divina—tres en uno—con tres rasgos verticales y un rasgo horizontal que unía los tres. En la Edad Media la doctrina antigua fue rechazada y atribuida a un cristianismo perseguidor y corrupto.1

La naturaleza de Dios exige una pluralidad. La Biblia nos enseña que Dios es amor (1 Juan 4:8). Vemos su amor demostrado a través del Antiguo Testamento y el Nuevo. Siempre ha existido y siempre ha tenido esta naturaleza. Es invariable. Ahora bien, el amor no puede existir sin que exista alguien o algo a quien amar. Tiene que haber algún objeto del amor de Dios que haya sido coexistente y coeterno con Él. Creemos que esta es la relación que ha existido eternamente entre los miembros de la Santísima Trinidad: Dios el Padre, Dios el Hijo y Dios el Espíritu Santo.

Jesucristo el Mesías

ð Los judíos ungían con aceite a sacerdotes, profetas y reyes como símbolo de la unción que el Espíritu Santo les daba para desempeñar su función. El Mesías debía ejercer los tres ministerios.

Jesús, el Ungido de Dios, ejerció su ministerio de profeta en su predicación y en el anuncio de acontecimientos futuros: la caída de Jerusalén, la traición de Judas, el abandono de sus discípulos, su propia muerte y resurrección al tercer día, su ascenso al cielo, la venida del Espíritu Santo y su regreso en gloria.

El libro de Hebreos lo presenta como sacerdote al ofrecerse como sacrificio por nuestros pecados y al orar por nosotros.

Jesús le dijo a Pilato que era rey, pero su reino no era de este mundo (era espiritual). Millones le sirven ahora como Rey de su vida, y volverá a la tierra para establecer su reino universal.

ð Los judíos rechazaron a Jesucristo porque no vieron cumplidas en Él las profecías mesiánicas respecto a su obra como Rey.

Dos corrientes de profecías mesiánicas se unen en Cristo: la del sufrimiento y la de su gloria venidera. Respecto al sufrimiento tenemos Salmos 22; 41:9; 69:1–26; Isaías 50:4–7; 52:13–15; 53:1–12; Daniel 9:25, 26; Zacarías 11:12, 13; 12:10; 13:6, 7.

En cuanto a su gloria venidera vemos Salmos 2:1–9; 18; 33; 45; 72; 118:22; Isaías 9:6, 7; 11:1–10; 32:1–3; 42:1–7; 53:11, 12; Jeremías 23:5, 6; Daniel 2:44; 7:13, 14; Miqueas 5:2; Zacarías 6:12, 13; 9:9, 10; Malaquías 3:1–3. En estos textos y en el Nuevo Testamento vemos la parte que Israel tendrá en el reino de Cristo. Lucas 1:54, 55, 67–79; 2:25–32; 21:25–28; 22:28–30; Romanos 10, 11; Hebreos 8:6–12; Apocalipsis 7; 21:9–14.

Es probable que Isaías 53 haya sido más usado por Dios que cualquier otro pasaje bíblico para la conversión de los judíos. Dice claramente que ya había un plan divino establecido para la muerte del Mesías. Muestra que la persona es salva cuando acepta la muerte de Cristo en lugar de la suya. Profetiza el rechazo del Salvador, el juicio, su muerte vicaria, resurrección y triunfo eterno. ¿Cómo podría vivir largos días (v. 10) después de su muerte y sepultura (v. 9) si no es porque resucitó? Este capítulo no se lee en las sinagogas, puesto que señala demasiado directamente a Cristo. Véase Salmo 16; Hechos 2:14–42.

PROFECIAS CUMPLIDAS

El cumplimiento en Jesús de las profecías mesiánicas demuestra que Él es el Cristo. El cuadro “Profecías mesiánicas cumplidas” presenta algunas de las muchas profecías en el Antiguo Testamento del Mesías en su misión redentora, y las citas en el Nuevo Testamento de su cumplimiento en Jesucristo. Las fechas de las profecías son aproximadas.

Tengamos en cuenta que todas estas profecías tienen que ver con la primera venida del Mesías. Muchos otros textos en el Nuevo Testamento señalan cómo Jesús cumplió las profecías. El Evangelio según San Mateo y la Epístola a los Hebreos fueron escritos especialmente para los judíos, para demostrarles de qué forma Jesucristo es el cumplimiento de las Escrituras.

Hay muchas otras profecías acerca del Mesías que se refieren a su segunda venida para reinar sobre el mundo. El hecho de que Jesús ya cumplió las profecías sobre el sufrimiento del Mesías nos hace creer que en su segunda venida cumplirá las que faltan. Él reafirmó las profecías respecto a su muerte, resurrección y reino venidero, y agregó algunos detalles. El cumplimiento de lo que profetizó nos fortalece en esperar su regreso en gloria.

Jesús, los ángeles y los apóstoles hablaron de su regreso. Cumplirá luego las otras profecías y la esperanza de su pueblo en un reino universal de justicia y paz. Nos hacemos eco de la oración del apóstol Juan al terminar de escribir la revelación que había recibido de Jesucristo: “Amén; sí, ven, Señor Jesús.”

La resurrección de Jesús. Tenemos muchos motivos para creer en la resurrección de Jesús. Entre las evidencias podemos citar:

1. Su documentación cuidadosa como hecho histórico. Mateo y Juan estaban entre los discípulos que tuvieron encuentros con el Cristo resucitado, y escribieron al respecto en sus Evangelios. El historiador Lucas acostumbraba “investigar con diligencia” de testigos oculares los acontecimientos que relató (Lucas 1:1–4). El Evangelio según San Lucas 22:47–24:53 relata el arresto, el juicio, la crucifixión, la muerte, la sepultura, la resurrección, las apariciones y la ascensión de Jesús. Luego Lucas inicia su segunda carta a su amigo Teófilo (Hechos 1:1–3) mencionando que Jesús, después de su resurrección, “se presentó vivo con muchas pruebas indubitables, apareciéndoseles durante cuarenta días y hablándoles acerca del reino de Dios”.

2. El sepulcro vacío a pesar de la vigilancia de los soldados que, so pena de muerte, tenían que evitar que se robaran el cuerpo.

3. Las apariciones de Jesús a los suyos durante cuarenta días, incluso a quinientos al tiempo de su ascensión.

4. El trato de los discípulos con Él. Lo tocaron, y Él comió con ellos para mostrarles que no era sólo un espíritu.

5. El cambio de actitud de sus discípulos que habían perdido la fe en su misión y reino futuro. Después proclamaban con valor que Él vivía y vendría otra vez para reinar.

6. La conversión de Pablo basándose en su encuentro con el Cristo resucitado y ascendido.

7. La afirmación de Pablo de que Jesucristo “fue declarado Hijo de Dios con poder … por la resurrección de entre los muertos” (Romanos 1:4).

8. La proclamación de su resurrección en la predicación de los apóstoles como fundamental para nuestra salvación y resurrección.

9. La disposición de los apóstoles a sufrir la muerte por afirmar la veracidad de la resurrección.

10. La mención de la resurrección de Jesús en muchas de las epístolas y en el Apocalipsis.

11. El cambio en la vida de quienes lo aceptan ahora como Salvador, y la respuesta a las oraciones en su nombre.

Véanse 1 Corintios 15:3–24; Juan 19:31–21:25; Hechos 1:1–3, 9–11; 2 Timoteo 2:8; 1 Pedro 1:3, 4; Apocalipsis 1:5, 12–18.

La Biblia

ð Los judíos creen en la inspiración divina del Antiguo Testamento, pero no en la del Nuevo.

El problema está en convencerlos de la realidad histórica de que Jesús es el Mesías prometido. Al ver eso, es fácil que reconozcan la inspiración del Nuevo Testamento. Mientras tanto, que lo lean como historia para ver cómo lo relatado en él cumple las profecías y arroja luz sobre el Antiguo Testamento.

El Nuevo Testamento es el complemento del Antiguo. En él se cumple y se explica el antiguo pacto. Se ve cómo los cuadros ceremoniales se han cumplido en Cristo. La Epístola a los Hebreos tiene enseñanzas muy buenas en ese sentido.

La salvación

ð Los judíos creen que la salvación se obtiene por cumplir con la ley mosaica o por los sacrificios dispuestos para el pecador. Como son miembros del pueblo escogido de Dios, serán objeto especial de su misericordia y de su bendición.

Hace falta demostrarles que todos los sacrificios desde los tiempos más remotos eran sólo cuadros proféticos del “Cordero de Dios que quita el pecado del mundo” (Juan 1:29). Es importante que estudien la Epístola a los Hebreos e Isaías 53.

Nadie (con la excepción de Jesús) ha podido cumplir con todos los requisitos de la ley (Romanos 3:23). La Epístola a los Romanos tiene un valor especial para hacer ver que la salvación no nos viene por cumplir la ley, sino por la fe en Cristo. Gálatas tiene el mismo mensaje: por las obras de la ley ninguno puede ser justificado (Gálatas 2:16; 3:11). Abraham fue justificado por la fe (Génesis 15:6; Romanos 4:1–5). La salvación es don de Dios; no se consigue por obras (Efesios 2:8, 9).

Desde la época de los apóstoles no se han podido ofrecer los sacrificios ordenados por expiación, pues éstos debían hacerse en el templo. Desde la destrucción del templo por el ejército romano en el año 70 d.C., quedó suspendido el sacrificio. Todos los sacrificios por el pecado habían sido como “vales” o cheques contra la cuenta que sería puesta a favor de la humanidad por la muerte del Creador por su creación. Hecho el pago en efectivo, no hacían faltan los cheques como promesas del pago.

En la guerra de 1967 los judíos tomaron posesión del monte del templo, y desde entonces algunos han hecho preparativos para reedificar el templo y restaurar los ritos antiguos. Esto se ha demorado para no entrar en conflicto con los árabes que tienen su templo allí. De todos modos, de nada sirve el símbolo mientras se rechace la realidad, al Cristo prefigurado por sus sacrificios.

EL TRATO CON LOS JUDÍOS

Nuestra actitud

1. Debemos superar todo antagonismo. No hay que echarles a los judíos la culpa por la muerte de Cristo. Pilato y los soldados romanos representaban a Iob gentiles. ¿Acaso se comportaron mucho mejor que los judíos? Nosotros también somos culpables. Fueron nuestros pecados los que lo llevaron a la cruz.

2. Seamos agradecidos con ellos por su contribución a nuestra salvación. Nuestro Salvador era judío en cuanto a su humanidad. Recibimos nuestra Biblia y la predicación del evangelio de los judíos.

3. Procuremos comprenderlos y reconocer sus muchas virtudes admirables. Sería bueno estudiar su historia. Al leer de sus sufrimientos y su fidelidad a Dios en medio de la persecución, uno no puede menos que admirarlos. Por ser fieles a su religión y a su raza, han permanecido como pueblo aparte sin ser asimilados por las naciones donde han vivido por más de diecinueve siglos. Han hecho contribuciones notables a las artes y a las ciencias.

Dificultades

1. La persecución. Muchos judíos ortodoxos que han aceptado a Cristo han sido perseguidos terriblemente por su familia. Los han desheredado, expulsándolos de la casa y aun celebrando su funeral para hacer constar que ya no existen para la familia. Si los ven en la calle los tratan como desconocidos. Por esa razón, muchos creen en Cristo en secreto mientras oran por la salvación de su familia. Tienen que pedir que Dios les dé sabiduría y valor para hablarles de Cristo a su familia.

2. Los prejuicios contra el cristianismo. Creen que Jesús era un impostor blasfemo. El trato que han recibido de los llamados cristianos a través de los siglos ha aumentado sus prejuicios. Durante la Inquisición, el “cristianismo” trató de aniquilarlos. Y en la nación “cristiana” de Alemania, millones de ellos fueron exterminados en pleno siglo veinte por el “delito” de ser judíos.

En el movimiento ecuménico actual se acercan más los judíos y los cristianos en defensa de principios morales y religiosos. Varios grupos evangélicos han establecido buenas relaciones con la nación de Israel. Difunden noticias de su lugar en la profecía y señalan acontecimientos que indican su próximo cumplimiento.1

Hay que mostrarles sincera amistad y ganar su confianza. Se les puede explicar y demostrar con los hechos que hay una diferencia entre quienes sólo se llaman cristianos y quienes lo son de verdad. Los verdaderos cristianos no desprecian a los judíos, sino que los saben apreciar. Cierto creyente dijo a un judío: “Mi mejor amigo también es judío.” Luego le habló de su mejor amigo, Jesucristo.

La conversación sobre las hazañas de los israelíes en la transformación de Palestina en nuestros tiempos es buena manera de establecer contacto y mostrar interés sincero en su nación. Esto abre el camino para hablar de las profecías cumplidas sobre el restablecimiento de Israel en su tierra.

3. La incredulidad de los liberales. Entre los liberales hay menos prejuicio contra el cristianismo y menos persecución a los convertidos, pero hay menos hambre espiritual.

Tácticas especiales

1. Usar sus propias Escrituras, el Antiguo Testamento.

2. Mostrar cómo Jesús cumplió las profecías mesiánicas.

3. Emplear preguntas porque eso les gusta a los judíos.

4. Pedir que estudien el Salmo 22 e Isaías 53.

5. Tratar de que lean el Nuevo Testamento, sobre todo Mateo, Juan, Romanos, Gálatas y Hebreos.

6. Presentar el plan de Dios para los judíos en el reino eterno de Cristo. Muchos han sido ganados para Cristo mediante esa presentación.

7. Llevarlos a aceptar a Cristo como su Salvador personal. No basta reconocer que Jesús es el Mesías. Hace falta el arrepentimiento y la entrega de su vida a Él.

8. Hacer ver que uno no se convierte en menos judío al aceptar a Cristo. Al contrario, llega a ser judío completo. Gozará de beneficios y privilegios eternos por estar en una relación personal con el Salvador, el Mesías, el Hijo de Dios.

9. Tener paciencia en el trato y orar por las personas.